No es ninguna noticia que al momento en que los gobiernos impusieron cierres de empresas en nombre de la lucha contra la propagación de COVID19, el mercado de trabajo implosionó.
En nuestro país, 300 mil ciudadanos paraguayos dejaron de trabajar y, al menos unas 1800 empresas han solicitado al Ministerio del Trabajo el cese temporal o definitivo por la pandemia del COVID-19.
Según informe emitido por el Ministerio de Hacienda, la recaudación del mes de junio de 2020, refleja que en lo que refiere al IRACIS (Comercio, Industria y Servicios) el fisco ha recaudado solamente un 36% de lo percibido en el año 2019. Esto representa, aproximadamente unos 264 millones de dólares que no han ingresado al Estado para el cumplimiento de sus fines, solamente en el mes de junio, a través de este impuesto.
Esta cifra, refleja de igual manera, la forma en la cual la utilidad de estas empresas se ha visto afectada. Estos sectores durante el presente mes fueron 64% menos productivos que en el mismo periodo del año anterior, lo cual, nos podría dar una leve idea, de la destrucción de capital, desempleo y pérdida de productividad que subyace y que se prolongará durante periodos que hasta el momento, nadie tiene la capacidad de dimensionar.
A todo esto debe sumarse que en las últimas semanas, no han transcurrido dos días seguidos sin que algún funcionario del Gobierno u otro denominado “experto” refiera ante medios masivos de comunicación sobre la posibilidad y/o necesidad del retorno a fases anteriores, incluyendo el confinamiento total, también denominado “fase 0”.
Esta incertidumbre mata cualquier posibilidad de inversión capaz de generar el empleo y riqueza, pues los dueños de negocios y propiedades no pueden realizar proyección alguna debido a las hasta ahora, antojadizas, impredecibles e incoherentes declaraciones de varios funcionarios del gobierno.
Esto ha sucedido varias veces en el pasado en los Estados Unidos, y en cada caso, ha prolongado las depresiones económicas.
Como muestra el historiador económico Robert Higgs, la incertidumbre del régimen fue un factor importante en la larga duración de la Gran Depresión. Se convirtió de nuevo en un factor durante la llamada Gran Recesión cuando el gobierno de los EEUU comenzó a implementar un verdadero bufé de nuevas regulaciones y rescates.
Durante esos períodos, había pocos límites a la acción gubernamental y el entorno jurídico era propenso a cambiar sustancialmente en poco tiempo y en un éxito de arrebatos que se producían uno tras otro.
No es sorprendente que en estas condiciones las empresas se hayan vuelto reacias a participar en nuevos planes de expansión, empleo o inversión.