Japón es el país más envejecido del mundo, casi el 30% de su población supera los 65 años. Cada vez son más los ancianos ya que las parejas jóvenes no quieren tener hijo, y una epidemia está haciendo estragos en ese país: la soledad de los ancianos.
Un estudio del gobierno dejó al desnudo un terrible descubrimiento: en los últimos años crecieron de manera increíble los delitos menores cometidos por personas ancianas.
Según datos del Ministerio de Justicia de Japón, el país tiene unos 1.500 ancianos que han cometido hasta 6 robos para volver una y otra vez a la cárcel.
Tras analizar caso por caso descubrieron que en un 90% de los casos ancianos y ancianas los cometían, no por necesidad, sino para poder ir a la cárcel y sentirse menos solos. Y el fenómeno es mayor en las mujeres, que se sienten cuidadas y escuchadas por las guardias.
Millones de ancianos viven solos y rara vez hablan con sus familiares o amigos. El estudio demostró que un 75% de las ancianas que eran detenidas por robos vivían solas y confesaban no tener familias, no tener relación con ellas o no tener a nadie que les ayudase. Ir a la cárcel era para ellas la salvación.
“La prisión es un oasis para mí, un lugar para la relajación y la comodidad. No tengo libertad pero tampoco tengo nada de qué preocuparme, hay muchas personas con las que hablar”
Confiesa una anciana, de 78 años, condenada a un año y medio de cárcel.
La situación es alarmante, actualmente hay 5.000 ancianos japoneses en la cárcel. Es el 20% del total de la población reclusa.
Cinco de cada diez robos cometidos en tiendas son realizados por ancianos. Y ellos saben que la ley penal nipona es severísima. Robar un sandwich de 1,50 dólares implica una pena de prisión de hasta dos años. Y si al salir roban otra vez un sandwich de ese valor la pena es de cinco años de prisión.
Muchas cárceles parecen geriátricos y el gobierno debió dar cursos especiales a guardias y personal de seguridad de esos lugares. Esto trajo otro problema al gobierno: en los últimos tres años, el 33% de las trabajadoras de las cárceles renunciaron a su puesto.
Pero la cara oculta de esta epidemia llamada soledad es la de aquellos ancianos que no quieren llegar al recurso del delito. Japón tiene una de las tasas más altas de suicidio del mundo.
Unas 25.000 personas se suicidan al año. Es la principal causa de muerte. Unas 10.000 de esas 25.000 personas suicidas son mayores de 60 años.

Es tan grave el problema de la soledad que hay restaurantes con mesas aisladas, donde el comensal no tiene contacto con nadie o karaokes con salas individuales, donde las personas pueden cantar solas sus canciones favoritas.
Y ni que hablar de un triste negocio lucrativo: el «alquiler de amigos». Miles de personas le pagan a estos «trabajadores» para que pasen el tiempo con ellos y los escuchen.
El «alquiler» promedio es de dos horas y hay casos como el de una anciana de 80 años que recurre a este servicio para poder dar un paseo diario por el parque con alguien a su lado.
Pero hay otro costado en los delitos de los ancianos y no es la soledad, sino la pobreza. La pensión promedio de los mayores de 65 años es de 560 dólares mensuales y el resultado de sumar alquiler, comida, medicamentos, electricidad, agua, gas, entre otras cosas, arriba a los 690 dólares mensuales de promedio, según cálculos realizados por Custom Product Research.
Yuki Shinko, investigador y autor de un libro llamado Old People Underworld, dice: «Si te arrestan, todavía tenés un techo sobre tu cabeza, te dan de comer tres veces al día y te hacen chequeos de salud. Salen ganando».